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Rosario: la reruralización de una ciudad
Situada en la provincia de Santa Fe, a 300 kilómetros de Buenos Aires, esta urbe argentina de 1,3 millones de habitantes se ha convertido en un paradigma de gestión territorial basada en la agroecología urbana
El planetario de Rosario se ubica en el parque Urquiza, un frondoso enclave a orillas del río Paraná. Antonio Lattucca, uno de los pioneros de la agricultura urbana rosarina, saluda al director del complejo astronómico con un abrazo y conforma una ronda con todos los asistentes –unas treinta personas– para que nos presentemos y hablemos sobre lo que haremos en breve: aplicar preparados biodinámicos en el huerto que ha habilitado la institución que nos acoge, la cual desde hace algunos meses apoya de manera entusiasta la agroecología en la ciudad.
¿Qué ocurrió para que una entidad como el planetario impulse la agroecología urbana en su propia sede? Según Antonio, hubo muchos impulsos para la creación de huertas en una ciudad que las exhibe con orgullo, no sólo por abastecer a los rosarinos y rosarinas con verduras agroecológicas de producción local, sino por influir de forma decisiva en la conformación de proyectos de economía social a partir de la intervención de espacios en desuso para revitalizar barrios vulnerables, ennoblecer la tierra y dignificar la ruralidad.
Los inicios
“Muchas de las personas que están acá venían de una tradición campesina, y esa es una riqueza de Rosario que hemos podido revalorar hasta transformar este impulso en una política pública”, indica este ingeniero agrónomo que promueve la reruralización de la ciudad desde 1987. En 1990 la iniciativa cobró fuerza cuando huerteras y huerteros, municipio y academia sentaron las bases de una agricultura urbana legítima, la cual daría un salto cualitativo en 2001, cuando la Argentina vivió una de sus peores crisis económicas y millones cruzaron el umbral de la pobreza.
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Antonio Lattucca en su elemento: la huerta. / Diálogo abierto sobre la importancia de la agricultura urbana en el Planetario de Rosario. /
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Javier Couretot del PAUR alista el preparado que nutrirá a la huerta del planetario. / Virginia Ponce (izquierda) del Centro Agroecológico de Rosario expone la biodiversidad del huerto.
En ese contexto, la ONG CEPAR, el programa Prohuerta del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el municipio vieron en las huertas urbanas un modo de paliar la crisis, y éstas germinaron como opciones reales en terrenos baldíos para producir alimentos agroecológicos y dar esperanza a miles de desocupados en las villas miseria.
Antonio ha dado cientos de conferencias sobre el desarrollo de este impulso que en 2002 cristaliza en la primera feria agroecológica, la cual conectó la producción huertera con la ciudadanía. “Queríamos que se montase en un espacio central para unir a la gente de los barrios, los desocupados, con la gente del centro. Al final montamos la feria en un lugar no tan visible. Si fracasaba, no pasaba nada. Los huerteros pensaban que no iban a vender, pero en dos horas se acabó todo”. Dos años después, este gestión urbana y agroecológica tenía 800 huertos habilitados, con un acceso a tierra asegurado y miles de desocupados orgullosos de revivir saberes rurales que habían sepultado al llegar a la ciudad.
El Centro Agroecológico y Biodinámico de Rosario integra formaciones, conservación de semillas y embellecimiento productivo y barrial.
La buena recepción del proyecto propició nuevos aportes, pues un estudio en cooperación con la Universidad de Rosario en 2004 precisó el porcentaje de terrenos no construidos de la ciudad (36%) que podían destinarse a la agroecología urbana en ciernes. Los corredores cercanos a las vías del tren, los parques y los terrenos pantanosos ofrecían condiciones apropiadas para seguir impulsando el programa huertero, embellecer la ciudad con paisajismo comestible, crear puestos de trabajo con herramientas de la naturaleza y establecer un sistema de comercialización directa mediante el incremento de ferias y barrios productivos.
El Parque Huerta Oeste se inauguró en 2018 y supuso la ampliación de la intervención comunitaria y huertera en espacios públicos.
El convenio con el municipio contempla la tenencia segura de tierra para los huerteros, quienes se comprometen a producir con técnicas ecológicas y cuidar el espacio. Algunos logros son la protección de áreas no urbanizables ante ocupaciones indebidas, el ahorro de fondos públicos para la custodia de terrenos ociosos, y la transformación de áreas degradadas en ámbitos productivos y estéticamente agradables.
Biodiversidad productiva y comestible al lado de las vías del tren.
Compost y semillas para todos
El Centro Agroecológico y Biodinámico (Lamadrid 250) resume todas las facetas de la agroecología urbana rosarina –reverdecimiento urbano, soberanía alimentaria, protección de semillas, pedagogía y economía circular–. Un sol tenue embellece la entrada tomada por ortigas y calabazas que cubren buena parte de la vereda, mientras camas de cultivo llenas de biodiversidad comestible, frutales exuberantes y un banco de semillas reflejan el carácter multidimensional de esta iniciativa fundada en 2017, cuando las huertas ya eran una política pública legitimada por el municipio, la Red de Huerteros y Huerteras y la misma población.
Antonio describe la tarea que nos aguarda: habilitar un compost biodinámico. Somos un grupo numeroso, compuesto de gente que viene formándose con los programas de promoción de agroecología de la ciudad, miembros de la Asociación Argentina de Agricultura Biodinámica, periodistas y agricultores. Recogemos materia orgánica, la disponemos en un montículo, y coronamos la breve colina con los seis preparados biodinámicos –ortiga, milenrama, diente de león, corteza de roble, manzanilla y valeriana– mientras un equipo del canal TELEFE documenta el trabajo. Cerramos la faena en el semillero del Centro, un homenaje a la biodiversidad y a la soberanía alimentaria en donde abundan orígenes muy diversos y cartillas que explican, en sencillo, cómo extraer y plantar semillas para componer huertos caseros.
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Preservación de semillas en el Centro Agroecológico y Biodinámico.
El Programa de Agricultura Urbana de Rosario ganó en 2004 el Premio Dubai a las Buenas Prácticas del programa Hábitat de la ONU.
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Elaboración del compost con miembros de la Asociación de Agricultura Biodinámica Argentina.
Cooperar a pesar de las diferencias
Dos horas después, corresponde visitar un enclave que une gastronomía con agroecología urbana. El bar Sunderland (Belgrano 2010) apoya desde hace dos años a la agricultura rosarina con un espacio situado en la parte alta del local y con la formación de jóvenes huerteros mediante un programa de becas junto con el municipio. Las decenas de huertas marcan la comunión entre cocina, educación y reciprocidad, pues especias provenientes del huerto –como el eneldo– se han podido integrar exitosamente en varios platos del bar, un clásico de Rosario que también se abastece de las verduras sin pesticidas del cinturón verde de la ciudad y que ha sido la inspiración para el reciente programa “Alianza Restaurante Huerta”, en marcha desde este año.
Concretar esta unión de diversas fuerzas sociales fue un desafío que se superó tendiendo puentes, con resistencias y temores de por medio. “Nosotros empezamos como una ONG y casi fuimos marginados porque nos conectamos con el Estado –percibido como algo sucio–. Todos tenemos prejuicios, incluso quien trabaja en el Estado piensa que la ONG está financiada por no sé quién. Hay que romper estos prejuicios y vincularnos con todas las personas que podamos”, sentencia Lattucca, con quien en unas horas daremos una charla en el centro de Rosario sobre la reruralización de las ciudades, complementadas con un documental fotográfico sobre huertas alemanas, suizas, peruanas y griegas.
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Huerta del Bar Sunderland, punto de partida del proyecto municipal "Alianza Restaurante Huerta".
Agroecología paisajística y ferroviaria
El Parque Huerta Oeste, habilitado en 2018 gracias al programa municipal de promoción de agroecología, nos recibe muy temprano con especias recién cosechadas, fruto del trabajo de 35 familias huerteras en una tierra regenerada. El punto verde –con zanahorias, hierbas aromáticas y lechugas– ya está instalado sobre una mesa y dos chicos se encargan de la venta. En la actualidad, hay nueve parques en Rosario que combinan las funciones habituales de esta clase de enclaves –esparcimiento, paseo, actividades deportivas– con el cultivo agroecológico.
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El Parque Huerta Oeste, su biodiversidad y su Punto Verde.
¿Un paisajismo comestible? Ejemplos como el de Andernacht en Alemania –“la ciudad que se come”– revelan que es posible. Incluso, en la década pasada, el fenecido Growing Power de Milwaukee (EE.UU.) logró convertir desiertos alimentarios –nula oferta de alimentos frescos en cinco kilómetros a la redonda– en emporios huerteros agroecológicos. Antonio, que ha viajado mucho, sabe de estas iniciativas. “Por eso es importante tener huertas en los parques. De lo contrario es algo para mirar, algo estático. En estos paisajes todos somos actores, donde uno puede venir, cosechar y producir”.
No muy lejos de aquí, las vías del tren escenifican la misma clase de intervención ciudadana. Abejorros tornasolados agradecen la diversidad de aromas y colores que componen este corredor verde, antes dominado por la herrumbre y los desperdicios. Tres huerteras mayores se encargan de mostrarnos esta sucesión de parcelas que traen frescor y componen un encuadre que pacifica. Antonio me pide una foto con ellas, pues “son las pioneras de este proyecto”, el cual expone en su propio “Punto verde” arúgula, limón rugoso, pomelos, hierbas aromáticas y col rizada para beneficio de todo el vecindario.
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El Punto Verde de los huertos de las vías del tren.
Las 160 hectáreas que abarca el programa de agricultura urbana acogen 800 huertas comunitarias, nueve parques huerta, dos corredores verdes en las vías ferroviarias, 30 huertas educativas, 2500 huertas familiares y el Centro Agroecológico y Biodinámico.
Impulsoras de las huertas ferroviarias.
Comercialización solidaria
El domingo, la residencial Plaza Suecia, situada en la costanera rosarina, recibe a decenas de huerteros que desafían la garúa y montan sus verduras agroecológicas en una de las ferias más emblemáticas del movimiento agroecológico de la ciudad. Ciclistas, corredores, familias y turistas son algunos clientes habituales que apoyan la venta directa a precios justos de la verdura agroecológica de la ciudad. Antonio dialoga con feriantes y los anima a sacarse fotos, a mostrarse con orgullo. “La biodiversidad biológica es una riqueza, pero la biodiversidad humana, cuando nos juntamos todos, también lo es”.
Ferias como estas garantizan la comercialización directa, último eslabón de este sistema de economía solidaria, en donde la producción agroecológica libre de agrotóxicos recibe el reconocimiento que merece. La de comercialización de hecho ha podido expandirse y generar conceptos atractivos para la comercialización de productos con valor agregado –como el proyecto de cosmética natural–. “Suelo Común”, una tienda agroecológica situada en el Mercado del Patio, uno de los más importantes de Rosario, se abastece de verduras y especias del cinturón verde de la ciudad, además de ofrecer una vitrina a productos biodinámicos y ecológicos de toda la Argentina.
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La feria agroecológica dominical de la Plaza Suecia en el centro de la ciudad. Aquí se cierra el círculo productivo que inicia en las huertas de toda la ciudad.
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La tienda ecológica "Suelo Común", situada en el Mercado del Patio, frente a la estación de buses, expone la biodiversidad comestible de la ciudad.
Para Antonio Lattucca, el que los huertos y las ferias hayan contribuido a superar barreras sociales es motivo de legítimo orgullo. “Mucha gente de los barrios pensaba que los habitantes del centro eran egoístas y despreciaban a las personas pobres, mientras que desde el centro se pensaba que la gente del barrio es delincuente, que no produce. Acá se da un vínculo”. Y este espíritu vinculante cubre también la integración entre ciencia y enfoques holísticos. “Haber elaborado ayer los preparados biodinámicos con los científicos del planetario en un lugar público como el parque Urquiza, y que además ellos tomen el calendario como algo importante, representa un salto cualitativo y una apertura para la biodinámica y los saberes ancestrales de nuestro continente”.
Un suelo fértil gracias a los preparados biodinámicos y al purín de ortiga, bioinsumo clave en los programas de agroecología urbana rosarina.
La sucesión de intervenciones agroecológicas en Rosario continuará porque es una práctica legitimada. La función de los huertos, más allá de generar autonomía económica –como ocurre con miles de huerteras que ahora tienen independencia financiera–, proveer alimentos sanos y mantener una tierra limpia, se percibe como la protección de un entorno. Entorno que, a pesar de los enormes desafíos que enfrenta esta ciudad argentina, tiene en esta forma colaborativa de gestionar el suelo e incidir en el sistema alimentario una estrategia sólida que le ha traído la admiración de iniciativas de agricultura urbana de todo el mundo.